Afirman que los frutos son alimentos naturales del hombre, mineralizantes por excelencia, y es en esta fuente pura y no en los cadáveres que debemos apoyarnos para la reparación de nuestras fuerzas. En este alimento perfumado encontramos la vida, la alegría, pues él es para nosotros el vehículo apropiado, conforme al orden establecido por la naturaleza. Cuando los frutos son bien digeridos, este modo de alimentación es el más desintoxicante, actúa como una fuente alcalina, lava los riñones y depura la sangre.
El zumo de los frutos representa reservas abundantes de hidrocarbonatos y de sales minerales, y los ácidos vegetales (ácidos cítrico, málico y tartárico) sufren en el organismo una combustión que los transforma en gas carbónico, produciéndose el carbonato de potasio, cuya importancia desde hace mucho está reconocida. La celulosa, por su parte, desempeña un papel importante, facilita mecánicamente el recorrido en los intestinos, auxilia el peristaltismo, aumenta el volumen del bolo fecal y facilita su marcha a lo largo de las vías que tiene que recorrer.
Aún en los frutos que se encuentran las principales vitaminas, elementos imponderables, misteriosos, tan necesarios en la alimentación. Estos factores accesorios, que se deben emplear en la nutrición para reforzar nuestra reacción de defensa, hacen clasificar su zumo como suero alcalino, nutritivo, vivo y perfectamente asimilable.
Por lo tanto, los frutos deben formar parte integrante de nuestra alimentación y ser servidos antes de cualquier otro plato.