Desgraciadamente, no tenemos la menor noción de lo que es una alimentación racional, y es por este motivo que pagamos caro las consecuencias de nuestra ignorancia. Actualmente, el hombre se agita en una actividad febril para garantizar su subsistencia y alcanzar lo que para él es la suprema ventura, la fortuna. Los principios más elementales de higiene alimentaria se calcan a los pies; en vez de someter los alimentos a una masticación cuidadosa, come apresuradamente para no perder tiempo y devora las comidas en 10 a 15 minutos. Para estimular el sistema nervioso, recurre a los tóxicos y excitantes, tales como el alcohol, el té, el café, etc.
Cuando, finalmente, después de muchos años de lucha intensa y de sacrificios, logra alcanzar la meta de sus deseos, se libera de aquella pesadilla tremendo que se llama la preocupación del día de mañana, su salud, por regla general, está seriamente comprometida. Es entonces que él va a golpear a la puerta del médico y pedirle que el libre de aquella incómoda carga. La medicina, sin embargo, no hace milagros y, así como el arquitecto no puede evitar el desmoronamiento de un edificio en ruinas, también el clínico se ve muchas veces en la imposibilidad de conservar la vida de un organismo cuyos órganos presentan lesiones profundas e irreparables.
La higiene alimentaria es indiscutiblemente la base de la salud y la longevidad.